1. Demuéstrale lo mucho que le quieres. Todos los padres quieren a sus hijos: ¿pero se lo demuestran cada día?, ¿les dicen que ellos son lo más importante que tienen, lo mejor que les ha pasado en la vida? No es suficiente con atender cada una de sus necesidades: acudir a consolarle siempre que llore, preocuparse por su sueño, por su alimentación; los cariños y los mimos también son imprescindibles. Está demostrado; los padres que no escatiman besos y caricias tienen hijos más felices que se muestran cariñosos con los demás y son más pacientes con sus compañeros de juegos. Hacerles ver que nuestro amor es incondicional y que no está supeditado a las circunstancias, sus acciones o su manera de comportarse será vital también para el futuro. Sólo quien recibe amor es capaz de transmitirlo. No se van a malcriar porque reciban muchos mimos. Eso no implica que dejen de respetarse las normas de convivencia.
2. Mantén un buen clima familiar. Evitar discusiones y sobre todo la violencia.
3. Educa en la confianza y el diálogo. Platicarlo todo con verdad y prudencia y tratar de cumplir las promesas siempre, aunque a veces se tenga que aplazar tal cumplimiento.
4. Debes predicar con el ejemplo. Este es un proceso a largo plazo, porque los niños necesitan tiempo para comprender y asimilar cada actuación nuestra, pero da excelentes resultados. No olvidemos que ellos Los niños imitan los comportamientos de sus mayores, tanto los positivos como los negativos, por eso, delante de ellos, hay que poner especial cuidado en lo que se dice y cómo se dice.
5. Comparte con ellos el máximo de tiempo. Hablar con ellos, contestar sus preguntas, enseñarles cosas nuevas, contarles cuentos, compartir sus juegos... Cuanto más pequeño sea el hijo, más fácil resulta establecer con él unas relaciones de amistad y confianza que sienten las bases de un futuro entendimiento óptimo. Si a diario queda poco tiempo disponible, habrá que aprovechar al máximo los fines de semana.
6. Acepta a tu hijo tal y como es. Cada uno de tus hijos posee una personalidad propia que hay que aprender a respetar. A veces los padres se sienten defraudados porque su hijo no parece mostrar esas cualidades que ellos ansiaban ver reflejadas en él; entonces se ponen nerviosos y experimentan una cierta sensación de rechazo, que llega a ser muy frustrante para todos. El niño debe ser aceptado y querido tal y como es, sin tratar de cambiar sus aptitudes. No hay que crear demasiadas expectativas con respecto a los hijos ni hacer planes de futuro. Nuestros deseos no tienen por qué coincidir con sus preferencias.
7. Enséñale a valorar y respetar lo que le rodea. Si se le enseña a respetar las pequeñas cosas -ese jarrón de porcelana que podría romper y hacerse daño con él, por ejemplo-, irá aprendiendo a respetar su entorno y a las personas que le rodean. Muchos niños tienen tantos juguetes que acaban por no valorar ninguno. Cultura de la abundancia. Lo ideal sería que poseyeran sólo aquellos juguetes con los que sean capaces de jugar y mantener cierto interés.
8. Los castigos no le sirven para nada. Los niños suelen recordar muy bien los castigos, pero olvidan qué hicieron para "merecerlos". Aunque estas pequeñas penalizaciones estén adecuadas a su edad, si se convierten en técnica educativa habitual, nuestros hijos pueden volverse increíblemente imaginativos. Disfrazarán sus actos negativos y tratarán de ocultarlos. Podemos ofrecerles una conducta aceptable con otras alternativas.
9. Prohíbele menos, elógiale más. Reconocer y alabar es mucho mejor que lo que se suele hacer habitualmente: intervenir sólo para regañar. ¿Por qué en vez de resaltar siempre lo negativo no elogiamos con un gesto cariñoso o un ratito de atención resaltamos todo lo positivo que nuestros hijos hayan realizado?
10. No pierdas nunca la paciencia. Pues cuando lo hacemos, el daño que podemos hacerles es muy grande. Decirles: "No te aguanto"; "Qué tonto eres"; "Por qué no habrás salido como tu hermano" merman terriblemente su autoestima. Al igual que sucede con los adultos, los niños están muy interesados en conocer su nivel de competencia personal, y una descalificación que provenga de los mayores echa por tierra su autoconfianza. Contar hasta diez, salir de la habitación..., cualquier técnica es válida antes de reaccionar con agresividad ante una de sus trastadas. En caso de que se nos escape un insulto o una frase descalificadora, debemos pedirles perdón de inmediato. Reconocer nuestros errores también es positivo para ellos.
Decálogo tomado de la revista BABY
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