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MARCO ANTONIO MUÑIZ YSU HIJO JORGE


 

Por: Luz Elena Picos

Publicada en Revista Buena Vida

Año X -06-1986

 




El padre y el hijo, frente a frente. El artista consagrado y el que se inicia. Marco Antonio Muñiz y su hijo, el carismático Jorge, charlan con Buena Vida en una de sus visitas a Tijuana, presentándose en el Fiesta Americana.

 

MAM. “Es difícil que uno tenga la perspectiva exacta para calificarse como padre y como artista. Prefiero dejarle esa responsabilidad al público, que durante tantos años me ha apoyado, y a mis hijos, quienes por suerte me demuestran su cariño y su respeto”.

 

Marco Antonio es igual frente al público, ante cámaras y reflectores, y cuando esta en la intimidad de una charla. Siempre sonría, parece estar en broma constante. Habla de usted, pero sin marcar barreras que impidan una charla cordial.  Jorge le heredó el carácter, la simpatía aunque no el chorro de voz.

 

JM: “Los dos seres que más admiro y respeto en el mundo, son mi padre y mi madre. No tan solo porque me dieron la vida, sino porque los considero seres excepcionales.  Tú sabes que desde hace tiempo están divorciados y por eso mi madre ha dedicado su vida a formarnos, a educarnos. Y sobre mi padre ¿qué puedo decir? Es un gran artista”.

 

Jorge hace una larga pausa, como que no se atreve a juzgar a Marco Antonio, el padre. Finalmente se decide.

 

“Mi madre siempre trató que a nuestro padre, lo respetáramos y quisiéramos. En casa solo se escuchaban cosas positivas sobre él. Quizá, en los primeros años, yo no entendía su ausencia, pero con el tiempo me di cuenta de que el divorcio es un mal necesario. Puede hacer menos daño una ausencia, que la presencia misma. Parece contradictorio, pero lo entiendes, ¿verdad?”.

 

El incontenible Marco Antonio, sin mostrar incomodidad de ser juzgado, aclara:

“No creo que ningún hombre dañe en forma consciente a sus propios hijos. Que bueno que los míos ya están en edad de comprender y analizar inteligentemente la situación de sus padres. Considero que el hecho de vivir separado de los hijos, no anula nuestras posibilidades de serles útil, de protegerlos y apoyarlos.

 

“Aun cuando mi profesión me aleje de ellos, incluso del país, saben que siempre podrán contar conmigo. También saben que el sentimiento que más aprecio en ellos y, en general de los seres humanos, es el respeto. Si este existe en el trato con los semejantes, puede darse una hermosa convivencia. Y el mundo está necesitado de ese sentimiento”.

 

Quizá por ser hijo de un matrimonio desintegrado, Jorge anhela una relación perdurable, cuando le llegue el momento.

 

“Creo firmemente en el matrimonio y, de preferencia, indisoluble.  Claro, si las cosas ya no resultan gratas, no es forzoso vivir eternamente juntos, para eso existe el divorcio. A veces resulta que la separación es más sana que el continuar unidos porque se firmó un papel.  El documento no es tan importante como el amor y el respeto.

 

“A pesar de que el índice de divorcios es escalofriante, pienso que el matrimonio continúa siendo la base fundamental de una familia.  Cuando yo me decida, ojalá tenga la suerte de que el amor entre mi mujer y yo sea tan grande y tan firme, que podamos resistir unidos cualquier tempestad. Prefiero pensar en una unión estable, que en andar cambiando constantemente de pareja”.

 

Se dice que los grandes artistas tienen dificultades para convivir con la gente común; Marco Antonio cree que no hay razón valida para pensar que ellos puedan ser seres diferentes. Y previa carcajada dice:

 

 “Si acaso, la gran diferencia es que somos terriblemente vanidosos.  Pero no, los artistas somos gente con sensibilidad, preocupados por las cosas que suceden a nuestro alrededor. Que no se crea que estamos en una torre inalcanzable, esperando ser adorados.  La verdad es que las preocupaciones se nos duplican, porque el trabajo también requiere de toda la atención.

 

“Sin que eluda mi compromiso y responsabilidad de padre, como lo hacen, por desgracia, muchos latinoamericanos, confío en la capacidad de la mujer par educar, para formar. Mis hijos, por fortuna han tenido a su mamá, que es un ser lleno de entereza y de entrega.  Todos han recibido un valor que los capacita ante la vida. Los más importantes, repito, son el respeto por los demás y el amor hacia sus semejantes”.

 

Jorge estudió en la Universidad Iberoamericana tiene el título de Ciencias de la Comunicación y demuestra ser un hombre feliz, optimista y sin resentimientos.

 

“La verdad es que desde muy chico me di cuenta de que mi padre era distinto a todos, que su trabajo le redituaba gran popularidad.  Constantemente andaba de viaje, tenia muchos compromisos y, en un principio sentía que debido a todo eso el tiempo que no dedicaba era poco.  Eso sí, las reuniones familiares rebosaban alegría, optimismo, mi padre es un ser que sabe transmitir seguridad.

 

“Ahora mismo, el compromiso de estar en su espectáculo podría abrumarme, pero el es un gran compañero y me transmite su ternura, hace que me sienta confiado. Ni por asomo he heredado esa gran voz, pero trato de suplir esa carencia con una buena técnica y adquirir conocimientos complementarios que con el tiempo, me permitan ofrecer un espectáculo completo”.

 

Marco Antonio, como padre, no elude las criticas que en algunos sectores despierta su interés legitimo de apoyar a su hijo.

 

“Jorge aceptó el reto de empezar solo. Durante algunos años estuvo trabajando en todo lo que encontró. Jamás tomé el teléfono para recomendarlo o pedir a mis amigos que lo incluyeran en sus producciones.  Si el nombre les decía algo o ayudaban, ya era otra cosa.  Lo mismo podría suceder en cualquier actividad de la vida: que quienes aprecian al padre, ayudan al hijo.

 

“Hasta que él mismo logro un sitio y un nombre, porque si se quiere, pero con su propio esfuerzo, lo invite a mi espectáculo.  Y esa invitación está dentro de las características que siempre le doy a mi productor: trato de que el público descanse un poco de Marco Antonio Muñiz, en tanto que otro compañero o un grupo ofrece un corto espectáculo. Jorge está a lo sumo 15 minutos y aunque la gente pide más, salgo para despedirlo”.

 

El joven Muñiz, sensible, inteligente y deseoso de lograr un sitio importante en el mundo artístico, reconoce que su recorrido apenas empieza, en una carrera que es de resistencia, no de tiempo.

 

“Entiendo que los artistas tienen su fuente de inspiración en los sentimientos.  Por lo tanto, mientras más experiencias tenga en el aspecto sentimental, pues más amplia será la gama de emociones que proyecte.  Soy una persona afortunada, pero demasiado apasionada.  Me hubiera gustado ser también un poco cerebral, para tener la posibilidad de seleccionar lo que me conviene y desechar lo que me haga sufrir.

 

“Aunque pocas, he vivido algunas experiencias.  He sufrido porque soy demasiado crédulo. Me entrego fácilmente.  Aunque en su momento he padecido esas vivencias me sirvieron para componer. Claro está que en el futuro espero inspirarme en los momentos felices, porque sería terrible que la inspiración, solo me llegara cuando sufro, ¿no crees?”.

 

Marco Antonio que además de incontenible, es un eterno bromista, interviene con esa alegría contagiosa.

 

“Yo, por eso, he preferido proyectar la inspiración de los compositores.  Que ellos sufran mientras yo les interpreto. Ya, en serio, creo que el sufrir y el gozar forman parte de la vida de todos los seres. ¿Te imaginas la vida en un solo ritmo, en una sola escala? Llegaría a aburrir. Dios es sabio y por eso nos manda penas y alegrías y en cantidad que las podamos resistir”.

 

Acceden a despedirse cada uno con un pensamiento. Primero el padre: “Que Dios bendiga a ese publico maravilloso de toda la América por darme su cariño y que mi familia esté siempre hermanada por el amor”.

 

Y luego Jorge, el hijo: “Estoy orgulloso del amor de mi madre, de su fuerza y su cariño para educar a sus hijos.  Estoy orgulloso de la honradez de mi padre, de su rectitud y de que por esfuerzo propio sea, en la actualidad, un gran señor de la escena. Dedicaré todo mi empeño para que ellos se sientan orgullosos de mi”.

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